Desde niña observaba las conductas de las personas y me preguntaba, ¿qué le lleva al ser humano a actuar de una forma u otra?

Durante mi adolescencia reflexionaba sobre lo que habría tras dichas conductas, así pues me preguntaba acerca de lo que las personas pensaban, sentían o sobre su historia de vida. Era curiosa y siempre trataba de entender al otro, ahondar en lo que había detrás de las apariencias y ello me ayudaba a desarrollar más mi empatía. Tenía una especie de "imán" que generaba en los demás la apertura para hablar de lo que les sucedía, pues siempre estaba dispuesta a ayudar, acompañar o apoyar a aquel que lo necesitara. De esta forma entendí que daba igual el lugar de origen, estatus social, edad, las etiquetas impuestas por los demás, si pertenecías a una familia estructurada o desestructurada o si los eventos vividos eran reconocidos socialmente como importantes o no. Comprendí que, con independencia de las características individuales, cualquiera es susceptible al sufrimiento si no se tienen herramientas para afrontar y/o gestionar las emociones, pensamientos, conflictos, relaciones, etc.

Comencé entonces a interesarme por la psicología y años más tarde, tomé la decisión de formarme en esta profesión que tanto me apasiona y por la que siempre he sentido una vocación inmensa.

Actualmente, sigo aprendiendo como psicóloga a través de lecturas y formaciones que me permiten estar actualizada, así como de mis pacientes que cada día me enseñan algo nuevo y me llevan a sentir más pasión por la terapia.